Hay un momento en la vida —y no me pregunten cuál, porque lo ignoro— en que uno se atreve a encararse con su cónyuge, a negarse a los caprichos desaforados de sus hijos, a decir a los vecinos lo que piensa y a mandar a freír espárragos a su jefe.
Ese día es que uno se ha hecho mayor.
Porque, ¿qué represalias caben contra alguien que está ya de vuelta de todo y cuyo futuro no depende forzosamente del qué dirán?
Hace poco recibí la llamada atribulada de un amigo que me lloró al teléfono sobre las faenas que le hacían en su empresa y lo difícil que le resultaba aguantarlas. Lo hacía, lógicamente, porque entre otras cosas le aterraba la eventualidad de ir al paro. «¡Ánimo —le dije, para consolarle—, que cada día te falta menos para poder enviarles a hacer gárgaras!» «¿Y cuándo podrá ser eso —me preguntó, compungido—, el día en que me jubile?» «No necesariamente —le respondí—, sino cuando te hayas hecho mayor».
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Y es que el hacerse mayor no tiene fecha fija: depende de cada persona. Más que un cambio biológico que conlleva achaques físicos y demás males, se trata de un cambio psicológico, de actitud, de recuperación de la libertad perdida en esta sociedad de normas, obligaciones e hipocresías varias: la más obvia, la necesidad de tener que hacerle la pelota al que manda. Ahí tenemos, si no, la anécdota de un grupo de ejecutivos que salían de un edificio riéndose del chiste que acababa de contar el jefe, que iba delante. Como uno de ellos, más apartado, no se riese, alguien que se cruzó con el grupo le preguntó: «¿Usted por qué no se ríe, es que no le hace gracia?». «No —contestó el otro—, es que yo no trabajo en esta oficina».
La otra posibilidad para esa conducta es que el empleado fuese mayor y su jefe simplemente le pareciera un memo.
Eso es lo que me ocurre a mí que, gracias a la sinceridad adquirida con los años, llevo mandados a hacer puñetas a un montón de petulantes. Con esa conducta cada día tengo menos trabajo, claro, pero ¿se imaginan lo a gusto que uno se queda?
Enrique Arias Vega (Bilbao) es un periodista y economista español. Diplomado en la Universidad de Stanford, lleva escribiendo casi cuarenta años. Sus artículos han aparecido en la mayor parte de los diarios españoles, en la revista italiana \\»Terzo Mondo\\» y en el periódico \\»Noticias del Mundo\\» de Nueva York. Entre otros cargos, ha sido director de \\»El Periódico\\» de Barcelona, \\»El Adelanto\\» de Salamanca, y la edición de \\»ABC\\» en la Comunidad Valenciana, así como director general de publicaciones del Grupo Zeta y asesor de varias empresas de comunicación. En los últimos años, ha alternado sus colaboraciones en prensa, radio y televisión con la literatura, habiendo obtenido varios premios en ambas labores, entre ellos el nacional de periodismo gastronómico \\»Álvaro Cunqueiro\\» (2004), el de Novela Corta \\»Ategua\\» (2005) y el de periodismo social de la Comunidad Valenciana, \\»Convivir\\» (2006). Sus últimos libros publicados han sido una compilación de artículos de prensa, \\»España y otras impertinencias\\» (2009), y otra de relatos cortos, \\»Nada es lo que parece\\» (2008). Es autor, también, entre otras obras, de la novela \\»El ejecutivo\\» (2006), de la que ya van publicadas tres ediciones, de \\»Ir contra corriente\\» (2007), \\»Valencia, entre el cielo y el infierno\\» (2008) y una antología de semblanzas bajo el título de \\»Personajes de toda la vida\\» (2007). Enlaces externos: Reseña en \\»Red mundial de escritores en español\\»
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