Cambios Sociales Y Creaci

“Quienes dicen que el arte no debe propagar doctrinas

suelen referirse a doctrinas  contrarias a las suyas”

Jorge Luis Borges.

Quienes hayan seguido la vida y la obra de Borges encontrarán cierto grado de inusualidad en el contenido discursivo del epígrafe. Tal vez ésa sea la causa eficiente para que nuestra disertación tenga ahí su comienzo. Se ha pensado en la posibilidad de que sus aberraciones políticas, como un día las llamara Cortázar, no hayan participado en el desarrollo de su credo estético. Pero, en realidad, esto no ha constituido ni constituye la norma latinoamericana.

En efecto, nosotros pensamos que sea muy posible que la literatura provenga de la liberación de los demiurgos que, todos aquéllos que nos sentimos un poco escritores, llevamos por dentro. Pero no es menos cierto que el escritor ha tratado siempre de plasmar la realidad que lo circunda, parodiando a Aníbal Ponce, con sus pensamientos, con sus sentimientos, con sus pasiones. Y esto lo hemos podido aprehender desde los antiguos versos de Netzahuatlcoyotl, como todos los grandes de su época, preñados de esencia filosófica y de culto funerario, hasta los cantos líricos de la poesía quechua. Recordemos, en ésta, sus yaravíes, sus jaillús y sus wainús, pletóricos de alegría. Pero recordemos también (Tedesco, 2005) que con los wancas vino la expresión de la tristeza y la frustración de los vencidos. Esto, igualmente, se ve expresado en los relatos que describían a Amalivaca, el blanco bueno, en los aborígenes del bajo Orinoco, en Venezuela. Tal concepción creó una profesía según la cual, cuando Amalivaca retornase, traería el bien a los pueblos lugareños. Los resultados son harto conocidos. Una situación similar se recuerda con el regreso del dios Quetzalcoatl y la llegada de Cortés al Méjico de Moctezuma. Lamentablemente, ni Colón y los suyos ni Cortés y sus acólitos representaron bienestar alguno en las comunidades otrora aborígenes. Y fue que Malintzin, Marina, Malinche y la significación de su decurso vital ayudaron a confundir a Amalivaca-Quetzalcoatl, binomio que crearía una nueva humanidad y un nuevo sol, con los sicofantes de la espada y la cruz. Así finalizó la conquista y se extendió la colonización; ésta última, con diversos rostros, aún persiste en muchos de los países nostramericanos.

Partiendo de estas primeras palabras, la presente comunicación intentará ofrecer un punto de vista sui generis sobre las características generales del discurso literario lírico-narrativo de América Latina, posterior a la llamada literatura regional o telúrica. De la misma manera, discurrirá sobre la necesidad de considerar el rol de los intelectuales en el desarrollo de los cambios sociales que recorren hoy día, como un nuevo fantasma, los confines de la América Nuestra. Entendido el concepto -claro está- con la connotación asignada en el ideario político y literario de José Martí.

Retomando el tema, se podría decir que la historia de la creación literaria latinoamericana ha corrido en pareja con las luchas por los cambios sociales. Así, el hecho creativo en nuestras repúblicas, haciendo abstracción de la conquista y la colonización, se muestra con la literatura telúrica, que siempre ha tenido a la narrativa como su mejor forma de expresión. Fiel a esta premisa, la novela de la tierra, costumbrista, regional o telúrica se fundamentó en el panorama histórico-geográfico de la Latinoamérica de entonces. Por ello, el tema de la oposición civilización-barbarie constituyó el eje estructurante de las enunciaciones narrativas. Claros ejemplos son Facundo, de Sarmiento, La vorágine, de Rivera y Doña Bárbara, de Gallegos. Aquí, la civilización está representada por el elemento étnico que arriba. Según la opinión crítica generalizada, es la burguesía culta la que emprende la via civilizadora. A su vez, según esa misma conceptuación, la barbarie está representada por el estrato político-social de las diferentes localidades. Fundamentalmente por el campesinado. En el mismo orden de ideas, la llamada novela indigenista fue elaborada desde la óptica del hombre blanco. Alcides Arguedas, en Bolivia, José María Arguedas y Ciro Alegría, en Perú y Jorge Icaza, en Ecuador, unos más otros menos, al mismo tiempo que denuncian la crueldad emprendida  contra los aborígenes, salvan el ideal conquistador, como ideal de civilización. De otra civilización.

Pero al mismo tiempo, ha debido enfrentar, en diversos momentos y en diversas espacialidades, una orientación que ha querido imponer la expresión lingüística como manifestación autónoma, independiente de las luchas humanas. Así, el modernismo proponía, excepción hecha del modernismo brasileño, las imágenes exóticas y la musicalidad como tema. Al mismo tiempo, la evasión como metodología. El creacionismo chileno, al proponer que el poeta era un pequeño dios, colocaba a los seres humanos por encima del bien y del mal. Herederos de los formalistas rusos y del Círculo de Praga, primero el estructuralismo,  en la lingüística y en la crítica, y después el concretismo, en la literatura, aspiraron hacer del lenguaje un instrumento de autonomía, independientemente de la sustancia del contenido de sus realizaciones, el primero, y del entorno económico-político-social en donde se produce, el segundo. Por este camino, han surgido diversas lecturas pendulares entre la forma de la expresión y la forma del contenido. Nosotros pensamos que estas realizaciones que han tenido lugar en momentos como los citados no dejarán de aparecer jamás en el contexto de nuestra actual referencia. Y ello se debe a que, pensamos, representan la eterna especulación sobre la asepsia del arte, referida en nuestro epígrafe.  Sin embargo, como un nuevo fénix, el fenómeno creativo de nuestras repúblicas, como tales, ha tenido en la narrativa su mejor forma de expresión. Y ésta, casi siempre, ha estado ligada a lo conceptual.

Como cancelación de toda aquella narrativa de la tierra, surge en los años sesenta el llamado “boom” latinoamericano. En esta misma década, y como manifestación de lo que la sociología de la literatura denomina vanguardia ideológica, se consolida la revolución cubana como representación de un modo de producción diferente al existente en nuestros países. Esta nueva realidad pasa a ser la utopía posible en el terreno político. Y en lo tocante a la literatura, indudablemente, nace un nuevo discurso. No queremos decir que sea una consecuencia directa del hecho histórico, porque caeríamos en determinismos. Pero no es menos cierto que la creación de Casa de las Américas, en La Habana, se convierte en acicate importante para el desarrollo de ese nuevo código estético. Se comienza a hacer una literatura de la revolución, pero también una revolución en la literatura. La historia narrativa horizontal salta hecha pedazos, para dar paso a la superposición de los planos tanto espaciales como temporales: La casa verde dixit. Así, como van cayendo viejas estructuras, van apareciendo otras nuevas. Por otra parte, la necesidad de una experimentación lingüística produce la hermosa realización de un nuevo barroquismo literario, pero sin desprenderse de la realidad. Son ejemplos brillantes de esta construcción, Paradiso, de Lezama Lima, 62. Modelo para armar, de Cortázar, para no hablar de Rayuela que, para la época, se constituye en una especie de factotum de la experimentación, cita obligada de críticos y patrón de nóveles escritores. En 62, el autor trata de enfrentar exteriormente los comportamientos de un grupo de hombres alienados que buscan otro acceso al mundo. Esta búsqueda exterior en el plano de los personajes es también una búsqueda estética enfrentada al modelo proustiano europeo. Es un enriquecimiento de lo que un venezolano anterior, como Rómulo Gallegos, había ya planteado en la relatividad de los conceptos verdad-mentira. Tal amplificación de los niveles de la realidad hace también que esa realidad se agigante y se enriquezca la manifestación conocida como realismo mágico. Gabriel García Márquez tiene la batuta, porque esa magicidad es inherente a la cultura latinoamericana, en feliz sincretismo entre las civilizaciones conquistada y conquistadora, entre las diversas visiones de mundo de las etnías pobladoras. En otras palabras. Macondo, en donde todo puede suceder, es un paradigma referencial de la América Nuestra. Tal fenómeno ya había sido, teoréticamente, adelantado por Alejo Carpentier. Igualmente podría hablarse de una óptica sicologista, heredera directa del modelo proustiano y expresión de los problemas del hombre (y de la mujer, por supuesto). El túnel y Sobre héroes y tumbas, de Sábato;  La tregua y Primavera con una esquina rota, de Benedetti, son los ejemplos que primero vienen a nuestra mente.

]]>

Por otra parte, la respuesta política de los Estados Unidos de Norteamérica al fenómeno, también político, cubano generó la llamada Doctrina de la Seguridad (¿Seguridad para quién? nos preguntamos nosotros). En nombre de esa supuesta “seguridad”, América Latina conoció las dictaduras militares más oprobiosas del siglo XX. Igualmente, las democracias formales más comprometidas con tal orientación. Hemos mencionado antes la aparición de un nuevo código estético. Faltaría agregar que tal código fue abrazado fervientemente por una gran mayoría de los escritores del momento. A nuestro juicio, es ésta la razón que genera la tendencia conceptual dentro de la narrativa. La ciudad y los perros, de Vargas Llosa, País portátil, de Adriano González, La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes, Yo el Supremo, de Roa Bastos y tantas otras, son exponentes de la tendencia en referencia. Irremediablemente, los diferentes flujos y reflujos, originados por la concreción de una tesis sobre la vida, y en la medida en que se acentuaban las oposiciones con la metrópoli del Norte, fueron creando naturales desgajamientos. Conocidos son los planteamientos, y en direcciones diversas, que van desde Vargas Llosa y Carlos Fuentes, hasta Adriano González, Mario Benedetti, García Márquez, Oscar Collazos, por citar algunos de los más conocidos.

Faltaría agregar que, hoy día, los triunfos -ahora electorales- de Lula, en Brasil; de Chávez, en Venezuela; de Evo Morales, en Bolivia; de Tabaré Vázquez, en Uruguay; de Kitchner, en Argentina; de Michelle Bachelet, en Chile, necesariamente serán ejes temáticos para la expresión literaria de los cambios sociales. Y, sin duda alguna, con la compañía de quienes querrán evadir realidades a través de también nuevas expresiones de lenguaje autónomo.

El caso Venezuela.

Al calor de la insurgencia armada de los años sesenta, en Venezuela se produce una literatura de tema guerrillero. En poesía, descuella la obra de “Chino” Valera Mora. Amanecí de bala y los Setenta poemas stalinistas, representan una poesía que se convierte en arma de combate, para acompañar lo que se consideraba la vanguardia ideológica. Carlos Contramaestre y su Homenaje a la necrofilia quiere instituir una suerte de collage artístico. Internacionalmente llega a ser conocido un poema de Caupolicán Ovalles: “Duerme usted, señor Presidente” que, inclusive, le cuesta el exilio. En narrativa, son conocidas las obras de Argenis Rodríguez y los relatos expreienciales de Labana Cordero. Con un grado mayor de valor estético y mostrando un grado de también mayor de pugnacidad crítica, se leyeron obras como Se llamaba SN y Toma mi lanza bañada de plata, de José Vicente Abreu. Igualmente, Historias de la calle Lincoln, de Carlos Noguera y, posteriormente, Inventando los días, del mismo autor.

Pero con la derrota militar de la guerrilla venezolana se produce también un natural desgaste estético-ideológico y el discurso poético narrativo …“empezó a replegarse hacia temas que no sólo han tenido una persistencia diacrónica en nuestra cultura, sino que se hallan integrados a un espacio topológico, como operatividad estética, que arranca de los inicios mismos de la historia literaria.”… (Pérez Huggins, 1991: 93). De esta suerte, el discurso literario, como tratando de adaptarse a una nueva situacionalidad, se hace intimista, historicista, un poco esotérico, etc. como tratando de evadir la alienación impuesta por las nuevas circunstancias político sociales. En otras palabras, se inicia una crisis general que posee sus respectivas manifestaciones en la creación literaria. Por esta razón, se regresa a temas que habían sido superados por la ineluctable marcha del tiempo. Se reformulan viejos patrones y aparecen determinadas tendencias, como las que se enumeran a continuación.

a)     Surgimiento de una poesía críptica, intimista, excesivamente individualista que tiede a buscar los antepasados, las casas solariegas con sus respectivas expresiones contextuales. Terrenos, de Rafael Arráiz Luca, pudiera ser ejemplo.

b)    Demostración de un juego idiomático que quiere ser autónomo, a veces, con usos desmedidos de aliteraciones, onomatopeyas, elisiones morfofonológicas, etc. Algunos patrones se hallan en Textos de un texto con Teresas, Al traje, trejo, troje, truje, Metástasis del verbo, de Oswaldo Trejo; “Evictos, invictos, convictos”, de Lourdes Sifontes.

c)     Como, generalmente, la historia fabulada no hace daño ni se mete con nadie, aparece también una narración historicista. Denzil Romero y sus trilogías cubren un gran arco de tiempo, en este mester.

d)    Aparición de una novela pesimista frente a los errores del pasado, frente a la derrota. El caso más palpable lo podemos leer en El desolvido, de Victoria Duno (Hoy: Victoria De Stefano)

e)     Introducción de rasgos religiosos, unas veces, esotéricos, otras, que buscan la exaltación, la comprensión o el simple conocimiento de milagros, leyendas, aspectos del mundo mágico o, sencillamente, creaciones ad hoc. En Amor y terror de las palabras, de Briceño Guerrero, es posible columbrar algunos de estos aspectos. Igualmente en la poesía de Armando Rojas Guardia.

Afortunadamente, como se dice que ha dicho Heráclito de Éfeso: no nos bañamos dos veces en el mismo río, la literatura venezolana también ha tenido su dialéctica y nuevas generaciones, desde los años ochenta, alumbran nuevos caminos. Eduardo Liendo y Luis Barrera Linares son dos ejemplos fortuitos. Ahora bien, a pesar de que nosotros concebimos la literatura como un acto de amor y  de solidaridad histórica, participamos de las palabras de Cortázar, en polémica con Oscar Collazos, (1980 : 76) …“Nada puede parecerme mejor que hoy se escriban buenas novelas inmersas en el ‘contexto sociocultural y político’, y que esas novelas sean profusamente leídas y ayuden a incrementar la conciencia  revolucionaria latinoamericana; pero cuidado con negar a otros novelistas, sobre cuya honradez y responsabilidad no pueden caber dudas, el derecho a [las] búsquedas más enrarecidas, a [las] experiencias más vertiginosas.”… En otras palabras: indudablemente que en Latinoamérica, los próximos cambios sociales, según nuestras querencias, serán muchos. Tales cambios deberán estar marcados por una nueva relación entre este sujeto colectivo y los sujetos individuales llamados autores. Tal relación tendrá que estar alejada de lo que fueran algunas aberraciones del realismo socialista de ayer. Como se dice en Venezuela, debemos costruir el socialismo del siglo XXI, humano, democrático. Sin embargo, no se podrá concebir un entorno cambiante de una manera paradisíaca. Serán necesarios algunos sacrificios.

B I  B  L  I  O  G  R  A  F  ĺ  A

Álvarez, Luis (2000a). “La mujer América. Amor y concepto en la poesía de Roberto Fernández Retamar”. En: Sklodowska, Elzbieta y  Ben A. Heller eds. Roberto Fernández Retamar y los estudios latinoamericanos. Pittsburg (USA). Publicaciones del Instituto de Literatura Latinoamericana de la Universidad de Pittsburg.  219-236.

Álvarez, Luis  (2000b).  “Una lectura lingüística del texto literario”. En: Actas del II Encuentro por una Lectura Transdisciplinaria del Texto Literario. Valencia (Venezuela): Dirección de Publicaciones. Universidad de Carabobo.  167-174.

Álvarez, Luis. (1999).  La novela venezolana posterior a los años sesenta. Caracas: Informe de    investigación consignado ante el Instituto de Investigaciones Lingüísticas y Literarias Andrés Bello. Universidad Pedagógica Experimental Libertador.

Álvarez,  Luis  (1997).  “El texto: Un modelo para la comprensión de los actos humanos”. En: revista Letras, 54/55. Caracas: Centro de Investigaciones Lingüísticas y Literarias Andrés Bello. Universidad Pedagógica Experimental Libertador. 79-95.

Collazos, Oscar, Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa.(1977) Literatura en la revolución y revolución en la literatura. México: Siglo XXI Editores.

Cortázar, Julio, Ernesto Cardenal, Eduardo Galeano y otros. (1980). Exilio. Nostalgia y Creación. Mérida: Ediciones de la Universidad de Los Andes.

Gee, J.P.  (2005). La ideología en los discursos. Barcelona: Editorial Morata.

Massari, Erika (2005). “L’utopia poetica del superamento in Ingeborg Bachmann”. En:  Comunicare. Letterature e lingue, 5. Bologna (Italia). Il Mulino Editrice.

Pérez Huggins, Argenis (1991).” Tendencias actuales en la literatura venezolana y poesía.” Letras, 48. Caracas: Centro de Investigaciones Lingüísticas y Literarias Andrés Bello. Universidad Pedagógica Experimental Libertador.

Tedesco, Italo (2005). Urdimbre estética, social e ideológica del indigenismo en América Latina. Caracas: Universidad Pedagógica Experimental Libertador.

Van Dijk, Teun (1999). Ideología. Una aproximación multidisciplinaria. Barcelona (España). Editorial Gedisa.

Van Dijk, Teun (1988). Estructura y funciones del discurso. México: Siglo XXI Editores.

Article from articlesbase.com

Letra de la canción: Quiero tener tu presencia, quiero que estés a mi lado, no quiero hablar del futuro, no quiero hablar del pasado. No quiero hablar de esos niños que están tan desamparados, no quiero hablar de la guerra no quiero hablar del parado. Quiero tener tu presencia, quiero que estés a mi lado, no quiero hablar de la lucha si no estamos preparados, no quiero hablar de la lucha si no estamos preparados. Quiero buscar un camino que no se encuentre embarrado. No quiero hablar del mendigo, no quiero hablar del esclavo. No quiero hablar pero hablo y empiezo a estar ya cansado de muy buenas intenciones sin entregar nada a cambio. Quiero tener tu presencia, quiero que estés a mi lado, no quiero hablar de la lucha si no estamos preparados, no quiero hablar de la lucha si no estamos preparados. Quiero tener tu presencia — No quiero que des la espalda. Quiero tener tu presencia — Hay que tomárselo en serio. Quiero tener tu presencia — Basta de palabras. Quiero tener tu presencia — Busquemos remedio. Vamos a hacer el camino — quiero tener tu presencia con decisión y coraje — quiero tener tu presencia sin pensar que el viaje — quiero tener tu presencia llegue a su destino.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *